Ayer murió Adolfo Suarez, el primer presidente elegido democráticamente después del franquismo. Las parrillas de la televisión se plagaron de homenajes (preparados hace algún tiempo) con la vida política y personal de una de las piezas clave en el proceso de transición democrática de España-
Una de esas personas que los españoles nos encargamos de olvidar o ensalzar dependiendo prácticamente de nuestro estado de ánimo. Y es que del mismo modo que se ha tirado un buen puñado de años prácticamente en el anonimato, ahora sale a la luz y es ensalzado por casi todos... incluso por los que le "enterraron" en vida
No voy a hablar de lo que consiguió Suarez, ni tan siquiera del proceso de transición democrática, que en realidad desconozco más allá de los detalles nimios al alcance de casi cualquier inculto como yo. Pero quería hablar de la facilidad con la que los españoles en particular ensalzamos o enterramos a nuestros héroes a los que, poco después, convertimos en villanos.
Pasa con todos. En el trabajo, tan pronto estás de moda como acabas de patitas en la calle. Con los famosos (especialmente diría que deportistas), hoy eres un crack mundial y todos beben tus vientos como eres un "mierda" y acabas fuera del club saliendo por la puerta de atrás (no se si os suenan los nombres de Raul González Blanco o de Vicente del Bosque, por citar un par de ejemplos que me vienen a la cabeza).
Y todo esto, ¿por qué? La verdad es que no tengo ni idea, pero supongo que será cosa de la idiosincrasia de nuestra sociedad... de nuestra cultura de unos y ceros. De cielos e infiernos. A fin de cuentas somos españoles... somos la bomba, o una sociedad y un país desastroso
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