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Un blog de Marketing, publicidad, redes sociales y casi cualquier cosa que ronda mi cabeza.
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Estoy pasando una época complicada a nivel profesional que lógicamente me afecta en el plano personal.
Llevo meses trabajando en una reestructuración del departamento del que soy responsable en mi empresa, y después de analizar durante meses perfiles profesionales, ventajas e inconvenientes, de consensuar varias opciones con mi jefe y con distintas personas clave en la organización, tomé una decisión. Una decisión madurada. Una decisión por el bien del área y que creo que hará que mi empresa tenga mayor capacidad de tomar decisiones en base a datos... de un modo más ágil y profesional. Que permita que crezcamos todos y busquemos la excelencia en lo que hacemos.
Pero como siempre, cuando tomas una decisión (y me pagan por ello), hay impactos colaterales que, incluso habiendo sido analizados en la "columna de riesgos", no esperas que vayan a suceder. O no de la manera en que finalmente suceden. Y te dejan un mal sabor de boca que te hace volver meses atrás y revisar todos los pasos dados. Analizar las decisiones para entender qué podrías haber hecho diferente. Incluso te llevan a pensar que tú también tienes tu cuota de responsabilidad en esto o en aquello.
Y aunque llevo dos semanas difíciles, cada vez que reviso el proceso que llevé a cabo desde mayo hasta que hace tres semanas comunicamos los cambios, llego a la conclusión de que he tomado la que considero que era la mejor opción para el departamento y para la empresa. Aunque nunca llueva a gusto de todos, mi obligación es tomar decisiones (difíciles), y eso es lo que he hecho. Lo mejor que he sabido. De la mejor forma que sé. Y hablándolo hace poco con un amigo, añadí casi sin darme cuenta un atributo que para mí es relevante: "con honestidad".
No sé hacer las cosas de otra forma. Intento hacer las cosas bien. En todos los ámbitos de la vida voy con la verdad por delante. Con buena fe. Con transparencia y con honestidad. Y claro que de cada decisión que tomas en la vida (personal y profesionalmente) se dan impactos colaterales. Situaciones que impactan a unos y a otros. Y claro que me equivoco. Muchas veces. Y seguiré haciéndolo, aunque lucho cada día por mejorar. Pero también creo que cuando haces las cosas lo mejor que sabes, lo que te queda siempre es una paz interior que te ayuda a pasar mejor este tipo de situaciones que, inevitablemente, tienes que afrontar después de esas decisiones.
Creo que el tiempo da y quita razones. Cuando tomas una decisión de calado puedes acertar o equivocarte. Nunca hablamos de blancos y negros. Siempre hay matices, pero no suele haber una única solución ante un problema. Lo que sí hay es una única sensación. La de hacer las cosas lo mejor que sabes. Yo no soy perfecto, ni quiero serlo. Tampoco intento imponer mi verdad a la gente. Con humildad tomo las decisiones lo mejor que sé... pero saber que lo has hecho con honestidad, te ayuda a no tener que mirar atrás cada dos por tres.
¡Que se acaba el año! Y menudo 2022 (¡por lo menos en mi caso!)... Digno de olvidar.
De no ser por algunos detalles, por algunas personas que han hecho que sea mucho más llevadero… lo borraría casi entero.
Supongo que este es un post esperable e intuible, pero es fin de año y no me apetece arriesgar, así que voy a hablar… ¡sobre las fiestas y los nuevos propósitos! En concreto, sobre los míos (que son los únicos que conozco fielmente y de primera mano),
Para los que no me conozcáis de “post anteriores”, me llamo Laila, soy un torbellino gallego nacido en 1991, en las Rías Baixas. Soy amante del mar, del cine, de la lectura y los viajes… y podría decirse que también me gusta escribir sobre toda clase de cosas (¿novela erótica en ciernes?), y el buen rollo. Más rara que un perro verde.
Como decía, gallega, conocedora de la diferencia entre “mirar” y “ver” (aunque lo utilizo indistintamente porque me sale solo), soy una chica riquiña y normalmente alegre, habladora (que no charlatana), que adora los diminutivos, las palabras absurdas y la cerveza (1906 por supuesto).
Soy pasional y me muevo por instinto. Podéis probar a leerme aquí, aquí, aquí o aquí, entre otros (pero prefiero que te repases el blog, ¡Pedro es más interesante que yo!)
En fin, después de la breve y densa presentación, ¡vamos al lío!
Las fiestas de Navidad en Galicia significan dos cosas (podría decirse que tres, gracias a Abel Caballero y su iluminación a lo New York vigués); comida y familia.
Sí, en ese estricto orden, ya que la comida va por delante de la familia, ya que el que más y el que menos, llena su mesa de cosas de lo más variopintas (sin olvidar el marisco, plato estrella y casi único porque un gallego que se precie no consigue llegar a la carne ninguna de las noches de fiesta, si acaso hace un pequeño hueco para saborear el turrón).
El significado de lo que estas fechas suponen para la familia cobra, en mi caso (en mi casa), un fuerte significado. No sé si será porque el sol sale menos, porque llueve más, o porque la niebla deja un halo húmedo de melancolía que es difícil de superar con ese frío que congela los huesos… pero nos amparamos en los nuestros. En nuestra familia.
Y de repente, todas aquellas personas que apenas has visto durante el año, aparecen cargadas de optimismo y felicidad (y quejas, como no). En apenas dos noches, te pones al día de lo que ha pasado en los 363 días pasados.
Son fechas de unión, de amor, de amar, de felicidad con los tuyos (con los míos). Con los de cerca y lejos, pero con los de siempre.
Y eso justo es lo que se me ha escapado a mí, la felicidad, los míos, los de siempre.
Desde que nací y recuerdo, he celebrado las fiestas en casa de mis abuelos. Lleva siendo así los últimos 30 años, y qué queréis que os diga, una se acostumbra. Todos nos uníamos entre estufas, karaoke, algún juego de mesa y mucha comida (y bebida, pero eso lo aprecié tan solo los últimos 11 años). Esto se ha terminado con el 2022. Por unas y otras razones que al final pues no vienen al caso, cada uno se ha ido distanciando, y al final, pocos quedamos. La distancia y la falta de ganas hizo lo demás.
Eso ha hecho que estas primeras fiestas (Nochebuena, Navidad), me faltase mucha, (mucha) gente. (Y puede que lo estéis pensando pero no, la cantidad de comida no se reduce proporcionalmente al número de personas que faltan). ¿Es solucionable? Sí, pero no se quiere, ni se va a solucionar.
No os preocupéis, todo tiene sus ventajas. En temas de salud he estado (estoy) algo floja estos últimos meses (de ahí mi desaparición de estos lares), y el no tener que dar explicaciones a toda la familia es un punto a favor, porque creedme, tienen un sexto sentido para sacar los temas más inoportunos y hacer las preguntas más incómodas.
Además, todos sabemos que da igual de lo que se hable, siempre habrá alguien “que conoce a alguien a quien le ha pasado lo mismo/tiene lo mismo/se comporta igual”.
¿Ventaja? Sin duda alguna. Pero se echa de menos el calor de la estufa, las canciones de karaoke y la ilusión de los pequeños. Además, Papá Noel solo detecta niños, y de lo contrario ni aparece.
Fin de Año es, para mí (y junto con la Noche de San Juan), uno de los días (de las noches) más mágicos del año.
Es una noche especial, cargada de intenciones, agradecimientos y promesas por cumplir." 365 are coming, are loading”.
Pero hoy… 31 de diciembre de 2022, es una noche más. Una noche que deseo que pase lo más rápido posible, una noche que no quiero sentir.
Hoy está lejos, y solo, una de las personas que me ha convertido en lo que soy hoy. Y lo está desde hace meses.
Así que esta noche le pido a los comienzos, a los propósitos, a la magia y a la vida que me lo devuelvan, que me hace falta.
Hoy me pondré la ropa interior nueva y roja, tomaré 13 uvas con su respectivo deseo cada una y cerraré los ojos muy fuerte para que no resbalen las lágrimas cuando los abra y no esté él para darme la bienvenida al nuevo año con un beso, con un abrazo y con un “uno que sumamos” susurrado al oído. Como ha sido siempre desde que tengo recuerdos. Como estoy segura de que han sido los últimos 30 años, aunque no los recuerde.
Y perdonad el párrafo, la sensiblería y el post, pero esto es un homenaje a mi padre, uno pequeño, a mi manera, que está luchando por volver con nosotros. Así que esto va por él, por ti, papá, ya que siempre te he leído, me has leído y me has animado a escribir. Para que al despertar, el que llores seas tú.
Y ahora que ya sabéis que mi lencería será roja, que ya conocéis mis 13 deseos, que conocéis el motivo de este post que puede que pocos os quedéis a leer… dejad que os dé un consejo.
Coged el móvil, el ordenador, papel y boli. Pensad en esa persona, en esas personas, quiénes sean, que os llenan, que os completan, que os hacen sentir gigantes en un mundo global, pequeño. Escribidles. Hacedlo desnudando vuestro corazón, vuestra alma, vuestra cabeza. Decidles lo importantes que son, lo mucho que os aportan y lo que os hacen sentir. Y hacedlo YA. Con este post de fondo. Puede que dentro de un minuto, dos, o tres horas, sea tarde. Puede que decidáis procrastinar y eso os arrebate la oportunidad de las manos, de los labios. Que os quedéis con todo lo bonito dentro, y eso se convierte en plomo y pesa, hunde.
Puede que con vuestras palabras, alguien sonría y acabe, o empiece el año, feliz.
¡Vamos!
Yo soy la primera que tiene que agradecerte a ti, que ahora estás leyendo esto con los ojos inundados por empatía, con el corazón encogido porque sabes perfectamente cómo me siento, todo lo que has hecho, lo que haces, lo que harás. Agradecerte el apoyo y el ánimo incondicional, el ser el faro en medio de la tormenta, inquebrantable, brillando con luz propia.
No te apagues jamás. Gracias por ser mi abrazo en 2023. Por sumar a mi lado.
Y a todos los demás… que este nuevo año no haga más que mejorarlo todo, en especial los aspectos negativos del 2022.
Felicidad, alegría, salud… y los vuestros, sumando.
Os deseo toda la felicidad del mundo, feliz salida y feliz entrada.
Lai.
No pretendo dar clases a nadie de lo que es el SEO y cómo funciona. Para eso están los profesionales como los que forman la agencia Eskimoz, y de los que he aprendido mucho leyendo sus artículos, viendo sus vídeos en Youtube, y -en general- tratando de aplicar los consejos para posicionar mejor este blog que estás leyendo.
Pero desde los más de quince años de experiencia que tengo con El blog del Marketing, sí puedo daros mi receta particular sobre la importancia del SEO, y cuatro consejos básicos que he aprendido a lo largo de estos años en los que -sobre todo al principio- mi avanzada técnica se basaba en el método infalible del "prueba y error". Los más tekis lo llamana ahora "A/B testing", pero viene a ser lo mismo. Ir cambiando cosas y tocando aquí y allí y tratar de medir los resultados de dichas acciones.
Lo cierto es que para hacer una buena gestión del SEO de una web, ya sea persona o profesional, lo mejor es ponerse en manos precisamente de profesionales. Pero antes de eso, empecemos por el principio.
¿Qué es el SEO?
Search Engine Optimization. Son los métodos técnicos que tienen como objetivo posicionar las páginas de una web en buscadores tipo Google, Bing, Yahoo, o cualquier otro. En el fondo, no se trata sino de seguir las reglas de algunos buscadores para conseguir que dichas páginas se posicionen lo mejor posible. Y ya se sabe, cuanto mejor posicionamiento, más visitas. Cuántas más visitas, más relevancia, más ingresos, más visibilidad...
Yo he vivido esto en mis propias carnes. Hace años, cuando el blog "molaba" y buscabas en Google las siguientes combinaciones: