Bienvenidos, bienvenidas, a mi mente again.
Releyendo mi post anterior con unas cuantas horas de sueño encima, me he dado cuenta de que realmente no me he extendido todo lo que hubiese querido con cada uno de ellos (he escuchado ese suspiro!, pero tranquil@, sé que habría sido soporífero, no te preocupes), por eso he llegado a la conclusión de que voy a dedicar un post a cada uno de ellos, yendo por partes (igualito que hace Jack el Destripador).
¿Empiezo? ¡Venga, sígueme el rollo!
En primer lugar vamos con los límites físicos. Sin miedo a repetirme (y sin ganas de reescribirlo), me hago un copy&paste:
<< Límites físicos: se refieren al espacio personal y al contacto físico.
Aquí entramos en un debate de conciencia. ¿Qué es lo apropiado, lo correcto?, ¿Cómo de frecuente y subconscientemente lo manifestamos? No creo que te agrade que, seas hombre o mujer, un desconocido/a te toque el hombro, o se pare cerca de ti. Es más, estoy segura de que más de uno se ha sentido incómodo en alguna ocasión al descubrir que alguien le estaba mirando fijamente (y aquí no hay un contacto físico ni un espacio definido que esté siendo interrumpido).
Pensad también en lo a gusto que estamos hablando a escasos centímetros de alguien a quien queremos, incluso pegando nuestra boca a su oído en algún comentario que deseamos que pase desapercibido (secreto, o sí, sexual, mentes sucias) y el malestar que nos invade si alguien nos susurra un simple "hola, ¿Qué tal?" en el metro, por ejemplo. Lo inevitable de la confianza, las contraposiciones. >>
¿Lo tenéis? ¡Destripemos, Jack!
La complejidad de marcar límites o saber respetarlos y el esfuerzo que ello supone, es titánica; si bien es cierto que al conseguirlo, nuestros valores, identidades y derechos quedan resguardados.
Es por esto que el respeto es una de las cualidades más importantes de una persona, y nos permite socializar e integrarnos en el mundo de forma dinámica, productiva y feliz. Comprensible, ¿verdad? Pues no lo es tanto…
Creo que en la vida, todo se entiende mucho mejor con ejemplos, así que vamos a ponerlo fácil, para empezar; porque no siempre es sencillo distinguir dónde lo permisible se vuelve ofensivo.
Chico conoce a chica (chica a chico, chico a chico, chica a chica, primera y última vez que lo matizo, no quiero ofensas tontas, ¡por favor! que aquí se respeta todo), pongamos que a través de internet. Podría ser un chat, tinder o una web de contactos o de encontrar pareja. Charlan, hay feeling y deciden dar un paso más. Salir de ese ámbito tan...algunos dirían frío, impersonal (lo respeto pero no lo comparto).
Primer paso, pedir el teléfono. Parecerá una tontería, pero ese hecho ha traído de cabeza a más de una persona. Porque, inevitablemente, estamos sobrepasando un límite (y somos conscientes de ello). Pero no nos estanquemos!
Se han dado sus números y las conversaciones se alargan horas. Sueñan con su voz, y escuchan el sonido de su risa en su cabeza continuamente. Llevan un tiempo hablando y deciden romper un límite más…el espacio físico que les separa.
Se proponen quedar en una cafetería, así sentirán menos presión. Ya se conocen por las fotos, por lo que esperan ansiosos que llegue el día…y llega.
Pongamos que son puntuales, y ambos llegan a la vez y cinco minutos antes. Se encuentran en la puerta, aunque ella llevaba siguiendo los pasos de él desde hace diez minutos. Aquí entran en juego esas reglas sociales que todos conocemos pero que nadie nunca nos ha enseñado.
Se dan dos besos, uno en cada mejilla, limitando a éste el único contacto físico (aquí señalo que lo permisible (dos besos) se volvería ofensivo si uno de los dos decidiera darlo en los labios, algo para lo que la persona receptora no estaría preparada), y se sientan, uno frente a otro.
No os aburriré con la charla mantenida, aunque a ellos les pasan las horas como si fuesen segundos.
Apreciamos los pequeños detalles corporales con el fin de no traspasar ese límite de espacio físico inherente a una persona. A cualquiera le puede parecer normal cogerse de la mano, robar un beso, tener un contacto (como decía en el post anterior, piel a piel)… Siempre que conozcamos y confiemos en el destinatario. Pero esa primera vez… esos nervios que sentimos al romper (o cuando nos rompen) la barrera imaginaria que nos mantiene alejados y a salvo de forma íntegra… Esa exhalación que viene de lo más profundo de nuestro ser cuando nos corresponden con una mirada sincera, una sonrisa u otro beso. Cuando esa persona que tenemos enfrente decide romper o estirar un poquito más ese límite físico que lleva consigo.
¿Se nota lo que me gustan las historias de amor? Hemos aclarado lo que es ceder o estirar ese límite físico de forma consciente, natural, agradable. Una decisión personal que nada tiene que ver con la fuerza.
Carguemos un poquito el ambiente, vayamos a la tensión, al thriller, al suspense.
Porque (y lo he mencionado anteriormente, ¿habéis estado atentos?) ella llevaba siguiéndole diez minutos. Pero él no se ha dado cuenta. Se encuentran en la puerta como una mera casualidad del destino, o fruto del azar, y se sientan. En ese momento todo va perfecto. Él no es consciente de que ella ha traspasado su límite físico y ha entrado en, digámoslo así, su burbuja (o zona de confort).
Volvamos a su charla, a sus horas que se vuelven segundos…¿o no? Ella analiza cada gesto y palabra, y él nota cómo su mirada penetra en lo más profundo de su ser. En un principio cree sentirse incómodo, pero, ¿Qué puede pasar? Ella es agradable, y están en un lugar lleno de gente…decide silenciar todas esas voces que se agolpan en su cabeza.
En un momento dado, nota que el pie de ella roza su pierna. No es más que un segundo, pero ha bastado para que la tensión se agolpe en su nuca y su boca se seque. Los nervios se adueñan de sí mismo y ella aprovecha para preocuparse y acariciar su mano preguntándole si está bien. Aquí se rompe la línea imaginaria del contacto físico. Si no retiras la mano, este gesto se interpreta como bienvenido y se repetirá sin que tengas voluntad para frenarlo (aquí entran los miedos, la vergüenza, la introversión).
Puede responder afirmativa o negativamente, pero ya no tiene importancia, el primer paso está dado. Y él no estaba conforme, aunque decidió no decirlo. Él estaba incómodo, aunque decidió quedarse sentado y charlando una hora más.
En este caso se han roto los límites de forma forzada, más por no saber frenar que por no querer hacerlo y esto, a la larga, trae consecuencias…sobre todo si la otra persona sabe que puede tirar y estirar esas barreras a placer (y a dolor).
Como podéis ver, en ningún momento hemos tratado una situación loca, tan solo la conexión entre dos personas, que avanza, o no, en la misma dirección.
Quiero aclarar, sobre el ejemplo anterior, que he puesto una situación agradable e igualitaria frente a una situación no equitativa, donde ella lleva las riendas por su camino, dominando el trayecto y forzando a aprobar esa desaparición del límite físico.
Cabe la posibilidad, y esto es lo común, de que a lo largo de nuestras vidas y en muchos más momentos de los que creemos, nosotros seamos Ella. Sin darnos cuenta o sin querer verlo, ocupamos el espacio vital de nuestro entorno, forzando a los demás a una posición de sumisión que puede no dejar indiferente a los que observan desde fuera.
Es por eso que llamo al sentido común y al respeto, (y lo haré en cada límite que vayamos tratando), ya que el sobrepasar esa marca que los demás imponen (consciente o inconscientemente), supone una violación de la intimidad y la integridad personal.
A todos aquellos que, como yo, sois un poco más torbellinos, algo más “mandones”, y os gusta llevar el control… PACIENCIA. No arrastremos a nadie, reflexionemos sobre los demás, sobre nosotros. Intentemos decir las cosas de forma sosegada, dejando de lado los aspavientos, sin que el resto del mundo nos tome erróneamente por avasalladores, porque al final, lo hacemos sin querer.
Y a aquellos que viven con el miedo a frenar porque no se ha hecho desde un principio, a los tímidos, a los mal llamados “cobardes”, a todas esas personas que sois indecisas y que una vez dais un paso adelante no sabéis cómo volver atrás…
Simplemente giraos. Explicad vuestra incomodidad, hablad. Siempre habrá quien os escuche (yo la primera). La vida es cambiante, igual que las opiniones, igual que los pensamientos. Un permiso, un límite, no es irrevocable. SIEMPRE podéis volver a subir las barreras y recuperar vuestra zona de confort.
Somos personas, que no se nos olvide.