12 marzo 2014

El Blog del Marketing

El cuento del Sr. Chorizo. #chorizosUNIDOSjamásseránVENCIDOS


Ayer estuve comiendo con un gran amigo mío y en un momento de la conversación hablamos de la situación en la que determinada gente se une para protegerse uno a otro y crear un lobby de poder, control y libertinaje dentro de empresas privadas... y no precisamente pequeñas.

Para no hablar de casos reales de chorizos que hayamos podido experimentar o ver alrededor, voy a contar un cuento. 

Voy a contar el cuento del Sr. Chorizo, por el cual dicho personaje se lleva (seguramente ese chorizo diría que no se llevó nada, sino que lo desvió) el 10% de un proyecto de rebranding de una multinacional., lo que suponían varios millones de Euros (por entonces pesetas)

Al cabo de un tiempo, el Sr. Chorizo es descubierto y acaba con las patittas en la calle e imagino que amenazado con ir a juicio, pero finalmente ante la supuesta amenaza de tirar de la manta y montar un escándalo, todo queda en nada.

Pongamos que después de esta escena el Sr. Chorizo se pone a trabajar con un amiguete, en un chiringuito o negocio similar... diría que con perfil bajo para no hacer mucho ruido, pero al mismo tiempo mantenerse ocupado y con la red de contactos viva. A fin de cuentas, es un tipo de chorizo que se siente a gusto rodeado de chorizos como el, así que sabe que será transitorio, porque antes o después, otro chorizo de su lobby, le ofrecerá una oportunidad.

Y de pronto ocurre. Da igual que sea dentro del mismo sector. Resulta que el Sr. Chorizo es contratado por un chorizo de su lobby, que le ofrece una oportunidad ganando un pastón y en un puesto de dirección. Y nadie recuerda que ese el Sr. Chorizo se fue de la otra empresa con los bolsillos llenos. O sí. A lo mejor la gente si lo sabe y asume que así es el mundo que le ha tocado vivir. A lo mejor el rumor de que el Sr. Chorizo ha sido contratado para este puesto termina calando entre la plantilla, que asume sin quejarse la situación, ya que el super-chorizo avala dicha contratación.

Pero entonces sucede. El Sr. Chorizo (seguramente avalado o al menos con el conocimiento del gran jefe chorizo que lo contrató... y que seguramente se lleve un % de lo que hace su brazo ejecutor) vuelve a robar. Y digo robar. Porque al final el Sr. Chorizo se piensa que aquello es fácil, y que en un puesto de dicha responsabilidad nadie le va a pedir cuentas... ya que sigue avalado por la persona que lo contrató (el super-chorizo). Pero se pasa de frenada y es descubierto. El Sr. Chorizo termina en la calle, para esperpento de la organización, que amenaza con denunciarlo, etc, etc, etc.
¿Pero creéis que pasa algo? No

Seguramente el señor Chorizo (que ya tiene experiencia en estas tareas) amenazó con tirar de la manta y enmerdar a los demás chorizos de la organización y, claro... eso es un escándalo mediático que todos quieren evitar, no sea que el nombre de la compañía quede manchado, y todas las carreras de los demás, salpicadas de mierda. Total, supongo que un acuerdo (puede que tuviera que devolver parte de lo que le descubrieron... pero nada más) y santas pascuas.

El señor Chorizo vuelve a estar en la calle.

Pero no pasa nada. El lobby de chorizos siempre está ahí, y no tarda en encontrar otro nuevo trabajo para pasar un tiempo y ver si puede meter las manos en la caja... y la historia se repite... y vuelve a cambiar de empresa, y después otra vez, hasta que acaba contratado otra vez por super chorizo, que esta vez está en un puesto mejor en otra empresa más grande. Y contrata a super chorizo ante el ¿estupor? de algunos de los empleados, que conocen o que al menos han oído hablar del señor chorizo y de su afición a quedarse con dinero ajeno allá por donde pasa.

Pero da igual. Porque tanto el señor Chorizo como super chorizo saben que están a salvo. Entre ellos y en su grupo de contactos del lobby chorizo, en el que se reparten proyectos, puestos de trabajo y sobre todo... dinerito fresco para llenar sus sacas y poder vivir a cuerpo de rey con una impunidad que a los paletos nos resulta increíble... del mismo modo que a ellos les resulta increíble ver lo paletos que somos.

Así es el mundo en el que -por desgracia- nos movemos. Y si esto pasa en las empresas privadas, que no dejan de ser instituciones con ánimo de lucro... ¿qué no pasará en las entidades públicas en las que intervienen nuestros amigos los políticos?

Sinceramente, prefiero no pensarlo y seguir viviendo en mi planeta de paletos... más feliz que una perdíz.

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