05 julio 2022

El Blog del Marketing

Cómo destrozar un negocio que funciona

No me gustan las frases hechas, porque creo que no son más que generalidades que no aplican en muchos casos (si bien, como su propia palabra indica, sí lo hace generalmente). Pero en este caso, y como demostración de mi incongruencia voy a usar una de esas frases hechas para comenzar este post:
"En un restaurante, además del género, es imprescindible el servicio"

Creo que todos coincidiremos en que la calidad de la comida y bebida, así como el servicio son dos de los valores sobre los que se sustentan muchos negocios de restauración. Desde luego no serán los únicos. Precio, localización, decoración del local, los clientes que lo frecuenten... hay muchos otros parámetros que tener en cuenta a la hora de pensar por qué un local puede tener éxito y ganar dinero.

Pero como podéis imaginar, hoy voy a dar vueltas sobre los dos de arriba, y lo voy a hacer con un caso real de un restaurante que está debajo de mi casa, que se llama El Álamo y que como ejemplo de lo que representa para mi, la gente dice que es una extensión de mi casa.

El Álamo ha sido regentado desde hace más de 30 años por cuatro hermanos, que se han ido jubilando poco a poco durante los últimos 2 o 3, momento en el que han traspasado el local a unos nuevos dueños. Hasta entonces, he llevado a un montón de amigos de todos los ámbitos y a mi familia a desayunar, comer o cenar dentro o en la terraza, porque puedo afirmar sin temor a equivocarme, que allí me sentía como en casa.

Todos los camareros me conocían por mi nombre (igual que a mi mujer o a los niños), sabían qué iba a pedir y que, por ejemplo, cuando le hacía una señal... esa cuenta solo podían cobrármela a mí. Sabían la mesa que me gustaba, el café que tomaba y mi cerveza favorita. Pero sobre todo sabían tratarme con cariño, respeto y educación. Un servicio super eficaz, cercano y profesional como he visto pocos en mi vida.

Y no solo en los dueños. El resto del personal siempre ha sido alucinante. Entendiendo perfectamente cuáles son los clientes de toda la vida y cuáles no, con esos pequeños detalles que te hacían sentir especial cada vez que les visitabas.


Carne

Además del trato y el servicio (absolutamente extraordinario por cada una de las personas que allí trabajaban), el género siempre ha sido espectacular. Una carta muy corta, de sota, caballo y rey, en la que en mi opinión podían haberse esmerado un poco más, pero que les aseguraba sin ningún lugar a dudas el éxito con cada uno de los platos que la conformaban.

Y por tocar brevemente alguno de los aspectos que seguramente a otra persona pueda influirles a la hora de elegir un restaurante, diré que la localización me viene muy bien porque está debajo de casa, pero que no está en medio de un parque ni nada parecido, sino en la acera de una calle. La decoración es de los años 70 (siendo generosos), la barra de madera parecía haber salido de una barrica de vino, las sillas de la terraza eran las típicas de metal que te dejaban marca en el culo si bajabas en bermudas, y los precios en absoluto diría que eran baratos.

Pero era mi lugar favorito para comer o cenar. Para tomar una caña con mis amigos o bajar a leer tranquilamente en primavera tomando el sol.

Y como os decía, ha sido traspasado hará poco más de un año. Y aunque os parezca imposible, en estos 12 meses los nuevos dueños de El Álamo, han hecho que no quiera ir nunca más. Un servicio lamentable llevado a cabo por unos camareros que lo mismo están poniendo cervezas que podrían estar arreglándote los frenos de tu coche en un taller mecánico. Dos chicas que trabajan al ritmo bananero de los que no quieren agradar ni a sus jefes ni a sus clientes, y que solo esperan que llegue el día 30 para cobrar.

Además, la calidad de la comida ha bajado enteros, y ni siquiera han mantenido a algunos de los proveedores, demostrando una falta de vista tremenda. 

Fórmula perfecta para fracasar. Y os aseguro que no son cosas mías. Con muchos amigos del barrio, lo hemos comentado varias veces. E incluso algún día que he bajado a comer con mi familia o con amigos, ves las caras de la gente o frases del tipo "es la quinta vez que te pido la cuenta", o "¿puedes preguntar a la cocinera si ha ido a cazar la carne que he pedido?", o la de un amigo al que, después de esperar más de 15 minutos en la terraza para que alguien viniera a atenderle, se metió dentro y les dijo algo como: "¿es un nuevo concepto de self service, o qué pasa aquí?". También he visto como los camareros eran incapaces de levantar mesas que habían sido ocupadas durante más de una hora. Algo absolutamente poco profesional e inconcebible con los anteriores dueños.

Pero lo tremendo de todo es que el que se supone que es el encargado no parece darse cuenta de nada. Siempre dentro del bar, sentado en una mesa con el móvil en la mano, demostrando una falta de interés alucinante. La manera más rápida de destrozar la fama de un restaurante.

Cierto que no es un local de moda en el que adolescentes dejen sus "valoraciones y comentarios" en Google o Tripadvisor (desde que cambiaron de dueños solo hay dos valoraciones, pero aquí os las dejo como muestra del sentimiento popular).

En Tripadvisor sólo había dos reseñas:

Reseñas Tripadvisor El Alamo


Y en Google, voy a seleccionar unas cuantas para que os deis cuenta de lo que estoy hablando:

reseñas El Álamo
reseñas El Álamo
Reseñas El Álamo
Reseña El Álamo
reseña El Álamo






 

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