Los pocos amigos y conocidos que sigan leyendo este blog saben como soy, y al menos a grandes rasgos podrían hacer un "retrato robot" de mi personalidad. Mis cosas buenas y mis cosas malas. Mis luces y mis sombras. Entre otras cosas, porque soy (o pretendo ser) transparente, y no tengo problema en mostrarme tal y como soy, para lo bueno y para lo malo.
El caso es que hoy quería hablaros sobre la persistencia. En concreto me gustaría poner en valor la energía extra que tenemos dentro cuando perseguimos un sueño. Cuando vamos detrás de algo que nos apasiona, pasando por encima todos los obstáculos que se nos pongan por delante. Luchando hasta el desaliento, sin pensar en rendirse, porque dicen que para atrás, ni un paso. Si acaso para coger impulso.
Estoy seguro, querido lector, que si ahora piensas en gente que lo está pasando mal, te vendrán a la cabeza mil personas. Pero seguro que tienes alguien importante a quien te gustaría ayudar a que no se rinda. A que siga luchando por lo que quiere. A que persiga sus sueños y lo haga -a pesar de todo- disfrutando del camino. Dicen que vivir es lo que ocurre mientras estamos vivos, así que mejor aprovechar la vida que lamentar la situación que nos toca vivir.
Pero me estoy desviando del tema. ¿Por qué será? Y hoy venía a contaros un trocito de mi vida, y una reflexión que ha saltado a mi cabeza un viernes de Julio, sentado en una silla y sintiendo un mordisco constante en mi espalda, con el que llevo lidiando un par de meses. Huelga decir que todo lo que vayas a leer a partir de ahora no es comparable con ninguna situación límite, pero lo cierto es que podrás percibir de fondo un aroma a resiliencia en mis palabras. Recuerdo esos aviones que en verano sobrevolaban la costa de Praia América, en mis veraneos con mi familia y amigos. Yo soy ese avión del que caían paracaidistas o pelotas de playa de Nivea.
Siempre me ha encantado el deporte, y he competido con cierta seriedad y durante muchos años a baloncesto y natación, pero también estuve en clases de tenis, jugué muchísimos años al padel, hice judo (como todos los niños de mi generación), running, golf, squash, bicicleta de montaña, senderismo y un montón de cosas más. El deporte es algo necesario en mi vida. Como el agua. Como el oxígeno que respiro, y en cierto modo, podría afirmar que siempre me ha acompañado a lo largo de mi vida, diría que desde los 5 o 6 años.
Y quizás debido a eso, o simplemente a que vengo con defectos de fábrica, las lesiones me han perseguido desde que dejé de tener un cuerpo como el de mi hijo, y una resistencia a prueba de bombas. Además de los múltiples esguinces típicos del baloncesto, a los 24 me rompí el ligamento externo del tobillo derecho. Quirófano y otra vez a las canchas. Pero tanto baloncesto empezó a pasarme factura y sentía dolor en las rodillas a la vez que una creciente sensación de "este deporte ya no es para mí", y comencé a jugar al padel como si me fuera la vida en ello. Recuerdo perfectamente la época del máster. Quedábamos al menos dos días entre semana más otros dos en fin de semana, y jugábamos partidos competidos e intensos. Yago, Ricardo, Miguel, Peter y yo. Alguna vez jugaba Álvaro, otras Pablo... o gente que encontrábamos por ahí. Disfruté muchísimo de esos 6/8 años de padel... incluso llegamos a federearnos y todo... hasta que me rompí el tendón de aquiles de la pierna izquierda en 2006 (con 36 años).
La recuperación del tendón daría para escribir un post, pero lo resumiré en que me fui a Cantabria para operarme allí y recuperarme en el chalet de la playa, tumbado en una hamaca y disfrutando de mis padres y de mi abuela en ese verano que nunca olvidaré. En Septiembre volví a Madrid y me incorporé de nuevo al trabajo, pero no podía hacer deporte, pues mi pierna izquierda se parecía más a mi brazo que a mi pierna derecha. Comencé a recuperarme y, para hacer algo mientras tanto, empecé a dar clases de golf... y como era de esperar, me enganché también a este deporte, que estuve practicando con frecuencia hasta que en agosto de 2007 nació Jaime. Tocaba concentrarse en otras cosas, ya que el golf requiere de mucho tiempo, que no estaba dispuesto a "desperdiciar" en algo tan bonito como el nacimiento de tu primer hijo.
A falta de golf, y a pesar de que mis piernas no eran (ni son) simétricas en musculatura, empecé a correr. Una actividad que nunca me había gustado, porque siempre he dicho que a mí lo que me gusta es competir. Ganarle a alguien porque soy más hábil, más listo, más resistente, más rápido... pero ese componente de "luchar contra otro" (y a ser posible ganar) siempre me ha motivado muchísimo, y en eso de correr... había tanta gente que no podía centrarme en quién era mi rival... porque todos no podían ser. Pero a pesar de no sentir que estaba compitiendo contra nadie específicamente, me enganchó correr. Venga, vale. El rival soy yo, y todas esas mierdas. Y en cierto modo, resulta ser cierto, aunque no tiene el mismo grado de excitación que ganarle a un amigo porque le haces una dejada o metres un triple en su cara y te quedas mirándole, con una sonrisa de cabrón asomando por un lateral.
Primero carreras de 5k, luego de 10k, y de pronto, con mi primo Antonio y con varios amigos, me vi haciendo medias maratones. Primero Aranjuez y a partir de ahí, Córdoba, Sevilla, Valencia, Santoña, Madrid, y muchas más... hasta que me rompí el menisco de la rodilla izquierda, aunque seguí corriendo un tiempo, y a los dos años, el de la rodilla derecha. Y entonces, fui a varios especialistas reputados en este maravilloso mundo de la medicina deportiva. Gente como el Dr. Leyes, el Dr. Celada o el Dr. Villanueva coincidieron en desaconsajarme la operación, si bien alargaría mi actividad deportiva, me daría guerra a futuro.
Venga, vale. Descartamos también lo de correr. Mmm... Jaime tiene ya 15 años. ¿Y si vuelvo a intentar jugar a golf, que no parece que sea exigente a nivel muscular y me gustó cuando lo descubrí? Dicho y hecho. Tuve la suerte de que mi amigo Guillermo fue profesor y en unos meses (más bien un año), me puso al día y empecé a jugar. Cada vez más y a pesar de que la espalda protestaba con cierta frecuencia, intentaba no hacerle mucho caso y seguía jugando, y jugando. Pero hace unos meses me acerqué a la Clínica de Navarra a que me hicieran resonancias, radiografías... porque el dolor llegaba a ser invalidante. No podía estar sentado mucho tiempo o incluso en el trabajo hacía algunas reuniones de pie.
"No tienes nada mal, pero tampoco hay nada bien"
Esa fue la frase que me dio la traumatóloga que evaluó mi espalda. Una conclusión que, por cierto me alivió en parte, porque estaba convencido de que tenía una hernía o algo parecido, ya que de tener dolor cada día, pasé a tener mucho dolor cada día, y la diferencia para quien está acostumbrado a vivir con ello, es significativa. Pero seguí jugando, y hace un mes me fui con Ricardo y Miguel a jugar al golf a Benidorm. Yo iba jodido de la espalda. El día anterior fui al fisio a ver si me "arreglaba", y esa misma mañana cruzó por mi cabeza la realidad de que quizás no podría aguantar, porque me dolía bastante.
Cuatro hoyos fueron suficientes para entender mi nueva realidad. En el segundo golpe del hoyo 4, haciendo el swing de prácticas, la espalda me pegó un trayazo tremendo. Casi me caigo al suelo, y sentí un dolor hiper intenso que subía de las lumbares hacia el cuello, y bajaba por mi pierna. Me apoyé con el hierro 8 que tenía en las manos y cuando recuperé la compostura, cogí la bola y me dirigí al buggy para quedarme esperando a mis amigos tomando el sol en la piscina. Pero me insistieron y, la verdad es que habíamos ido hasta allí solo para jugar, así que decidí intentarlo. Y aguanté con mucho dolor al principio y algo menos a medida que mis músculos calentaron... y no gané por que el último putt se quedó a escasos 4cm del hoyo, pero ya la vuelta a Madrid la hice en los asientos de atrás del coche de Miguel, tumbado boca arriba.
Desde ese día, estuve tres semanas sin jugar, con sesiones de fisio semanales, pero no parece que haya mejorado, y vivo con bastante dolor. Pero el otro día, hablando con un amigo que me preguntaba cómo andaba con la espalda, y yo le contesté un "no me duele demasiado"... y ahí fui consciente de que me duele y me va a doler durante una temporada (si no siempre). Así que ayer jueves, cogí los palos y fui a probarme al campo de pith&putt del Olivar de la Hinojosa. En un campo de juguete, y sin poder extrapolar nada en cuanto a resultados, fui capaz de cumplir mi handicap (19) sin un dolor limitante, así que intentaré que este famoso "VeranoMemorable" incluya el golf. Con o sin dolor. Porque además, me espera la Ryder con mis amigos el primer fin de semana de Octubre, y no quiero jugarlo drogado con Enanthyum y Nolotil los tres días.
Sea como sea, lo que cruzó mi mente y quería compartir es que con o sin dolor. Con o sin agobios. Con las cosas bajo control o en un perfecto desorden, vive y disfruta de lo que tienes... no de lo que no tienes. Porque, una vez más... la vida es lo que hacemos mientras estamos vivos. Yo pienso seguir haciendo deporte, aunque termine jugando a la petanca o al dominó.
What about you?
No hay comentarios:
Publicar un comentario