Seguramente os ha pasado algo parecido a lo que me dispongo a contaros. Puede que vosotros estéis más preparados que yo que a veces me pasan las cosas por encima sin darme cuenta, pero lo cierto es que no me cuesta confesar que la Navidad ha vuelto a pillarme más o menos por sorpresa. Y me di cuenta de una forma completamente estúpida. La semana pasada, seguramente el lunes, o quizás el martes volvía conduciendo del trabajo. Serían las 7 de la tarde más o menos. Salgo del garaje de la oficina, conduzco los 500 metros de Santa Engracia y cuando tomo la tercera salida en la rotonda de Cuatro Caminos y empiezo a circular por Bravo Murillo, lo veo.
A escasos tres o cuatro metros de altura, allí están, casi saludando silenciosamente. Las luces de Navidad.
Están colgadas y silenciosamente forman un techo ficticio que dentro de unos días pasará a ser parte del paisaje de la ciudad uniendo vecinos a ambos lados de las calles más emblemáticas de la ciudad. Encenciendo el "buenrollismo" de la gente gracias a cientos de miles de bombillas. Unas luces que, sin ser las de Vigo, atraerán a millones de personas otro año más. Y la circulación hacia el centro será imposible. Y seguramente vayamos a dar una vuelta a la Plaza Mayor, a Preciados, a Sol... porque aunque volvamos a casa diciendo que no lo haremos más, nos gustan las rutinas. Los seres humanos (muchos de ellos al menos) nos sentimos cómodos repitiendo las cosas que hemos hecho a menudo... una y otra vez.
Y mientras iba recorriendo los apenas 8 km que hay entre la oficina y mi casa, pienso lo rápido que me ha pasado este año. Un año difícil, con idas y venidas. Vueltas y revueltas. Con rutinas e ilusiones. Con errores (gordos) y aciertos. Como la vida misma, supongo... pero si miras tu reloj, te darás cuenta de que ya estamos en noviembre, y que dentro de unas semanas estaremos celebrando la Navidad con nuestros seres más queridos. O al menos con algunos de ellos. Últimamente siempre falta alguien, porque cuadrar fechas estos días es algo complicado. Y también hay gente que ya no está y no estará. Por ellos y por la gente que lo pasará mal esta Navidad, va este post.
Y pensándolo bien, también por los que sí estamos presentes y unidos, pero podríamos estar mejor. Más unidos. Más presentes.